lunes, 30 de marzo de 2009

Primera revelación

La conciencia regresaba lánguidamente junto con el lento recuerdo abrumador. Permanecí con los párpados entrecerrados, como cuando niño me cubría tras las mantas evadiendo así el recelado exterior. Un embate de aprensión invadía mi cuerpo trémulo. Quería moverme pero el pavor dominaba mi ser, congelándome. Mis retinas se abrieron.
-¡Dios Santo!. –balbucee-
Lo que veía simplemente era inexplicable. Serré mis manos y comprimí la suave sabana que me arropaba. La cómoda posición ofrecía a mis ojos solo la cubierta del techo oscuro o inexistente. Mientras me incorporaba no conseguía distinguir la completa situación. Lentamente y maldiciendo mi pavura vislumbré el entorno. La habitación era solo un bruno penetrante tal foso inmenso y sin conclusión, no existía cubierta, paredes, olores ni sonidos; la temperatura era baja y no podía verse tras la zaga de negrura espesa que envolvía todo. Me alcé apoyándome en las manos a la espera de encontrar alguna persona. Giré la vista hacia todos sitios, estaba sólo sobre una camilla de azófar. Escruté mi cuerpo totalmente desnudo cubierto únicamente por el suave lienzo y observe mi brazo derecho donde ardía una pequeña cicatriz en circulo punteado de aproximadamente dos centímetros de radio, esta se repetía en el tobillo izquierdo. Aún me dolía el abdomen y los vellos de la piel seguían erectos. Alcé mis brazos contra el pecho inconscientemente y mientras me acurrucaba sollozaba. Tibiamente pedí ayuda hasta convertirlo en un grito, pronto me callé extrañado pues la acústica era insólita, el sonido no reverberaba en absoluto, presumía una estancia pequeña aunque la oscuridad no me dejara ver las muros. Tomé la sábana para cobijar mi cuerpo y mi pecho se estremeció, repetí el movimiento otro par de veces descubriendo que no oía eufonía alguna. Golpee mis manos y tampoco. Hice un tono con mi voz mientras observaba petrificado las palmas silenciosas.
- No se preocupe, Puede escuchar… -Dijo en tono tranquilizador-.
- ¿Donde Estoy? -Pregunté mientras giraba la cabeza violentamente con la voz y el rostro contraídos hacia donde provenían las palabras-.
- No será fácil de explicar y tampoco de entender… -Decía desde las sombras-.
- ¿En un Hospital?, -irrumpí-.
- No…
- ¿Qué hago en este lugar?, ¿estoy preso, raptado?, ¿como llegue aquí? –Expresé sin entender-
- Tranquilícese nadie le hará daño.
Volteé la vista y advertí la estancia extraña e incomprensible, mientras el temor retornaba junto con la búsqueda de la desesperada explicación.
- Le sugiero que se tranquilice. Debe recordar. Concéntrese en el pasado… Recuerde el accidente.
Mi mente batallaba por hilvanar los hechos. Manejaba hacia…
- Si recuerdo… sacaban a un hombre cuando…
- No reprima lo acontecido. –Dijo con suave voz firme y segura tras las sombras-. Busque en su mente regrese… regrese…-Repitió-. Allí esta la explicación. Regrese…
La voz dócil revalidaba las palabras dominándome, relajando mi cuerpo obligándome a recordar. Podía verme en el automóvil oscilando por el vaivén sinuoso de la ruta. Encendí la radio y levanté la vista. Recuerdo… Tímida y lentamente se agrietaba la coraza de mi conciente. La perdida del control, la falla mecánica, mi esfuerzo y desesperación por controlar lo inevitable.

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